Y ganó filosofía: Pero ¿qué filosofía?
Y GANÓ FILOSOFÍA:
¿PERO QUÉ FILOSOFÍA?
“…la filosofía, que se creía fuera
de peligro, está de nuevo en medio de él. El peligro no había pasado. Sus
contenidos se deciden hoy de espaldas a los cultores de la disciplina y sin
informar a la ciudadanía…”
Vicedecana de Investigación y Posgrado,
Facultad de Humanidades Universidad de Santiago
Cuando
la Comisión Nacional de Educación (CNED) ratificó en abril de este año la propuesta de incluir a la asignatura de filosofía en el currículum de formación general de estudiantes
de tercero y cuarto medio, la comunidad filosófica sintió un profundo alivio.
Luego de una serie de intensos debates y controversias en el espacio
público, docentes, estudiantes de filosofía
y amplios sectores del país recibieron la buena noticia como un reconocimiento público
y estatal sin precedentes. Por primera vez en la historia, todos los y las estudiantes
secundarios/as de Chile,
ya no solo quienes asisten a la formación
científico-humanista, sino también estudiantes de colegios técnicos y artísticos, podrían acceder
a conocimientos que hasta ahora les eran vetados.
Había motivos suficientes para celebrar.
Sin embargo, el entusiasmo por esta democratización de
la filosofía, según se sabe ahora, fue el fruto de una lectura fugaz del acuerdo de la
CNED. Pues si bien se aprobaba la presencia de la asignatura, no se aprobaron los contenidos que presentaba
la propuesta. Así, la asignatura ganó un espacio, pero quedó pendiente delimitar su contenido. Quedó
pues un vacío, según se ve ahora, a discreción de la autoridad. Y aquí comienza una etapa más de una nueva y paradójica situación
en la que se ve envuelta la filosofía: la disciplina que precisamente surge en el
seno del ágora, en el espacio público, compartido y discursivo; precisamente ella,
se ve decidida y determinada en medio de un absoluto hermetismo y discrecionalidad.
La nueva Unidad de Currículo actual del Mineduc
decidió, en efecto, unilateralmente,
desechar la propuesta que había asegurado el lugar de la asignatura en el
curriculum; propuesta que había sido trabajada por expertos y expertas, considerando
a diversos actores y estamentos del mundo filosófico y que gozaba, por tanto, de
legitimidad y representatividad. En su lugar, se decidió elaborar otra propuesta e invitar
a algunos/as personas del mundo académico y secundario en calidad de "expertos" para enriquecerla.
Mientras que los y las académicos/as -yo misma entre ellos tuvimos tres mesas de trabajo, los
y las profesoras de establecimientos secundarios se reunieron en dos
oportunidades. Durante esas sesiones, no pocas veces quienes
asistimos -especialmente
los miembros de la Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF)- insistimos
en la necesidad de abrir la propuesta curricular a la comunidad para su evaluación y discusión.
Pues es evidente: ¿quiénes pueden saber mejor cómo enseñar y qué enseñar que los
profesores de filosofía? Parece ser claro que una propuesta desconocida para la comunidad no puede exigir
legitimidad alguna.
Pese a estas insistencias, esto no se hizo. Es más, incluso quienes participamos en esas mesas jamás
tuvimos acceso a la propuesta final de la Unidad de Currículo, la que, con la misma
reserva que nosotros padecimos, se envió a la evaluación del CNED. Como consta
en el acta del CNED de principios de octubre, la nueva propuesta también fue
observada; esta vez, de forma mucho más amplia, al extremo que, incluso en sus
contenidos, parece contradecir completamente sus propias exigencias.
Así, la situación es incómoda y a la vez urgente: el
hermetismos con el que se están decidiendo los contenidos de una de las
asignaturas más difíciles de enseñar –como advirtió Kant, pero también tantos
otros- es injustificable. Adicionalmente, resulta del todo insólito que dos instituciones estatales
como el CNED y el Mineduc, encargadas de dimensiones
esenciales de la cultura, que es la experiencia pública por antonomasia,
crean que es correcto discutir este tema en medio del sigilo y la sombra. Insólito, además, que instituciones afectas a
la Ley de Transparencia no informen a la ciudadanía –no obstante existir una
petición formal- sobre propuestas curriculares que la afectan directamente.
Nada de esto es aceptable.
Quienes consideramos que la filosofía constituye
precisamente el saber que, paradigmáticamente, expone y pone al descubierto
estructuras, valores y contextos implícitos que silenciosamente articulan
nuestra realidad, no podemos admitir que ella sea delimitada en la oscuridad
del conventillo.
Hacerlo, traiciona a la filosofía, y si lo
toleráramos, nos traicionaríamos a nosotros mismos.
(El Mercurio, 10 de diciembre de 2018)