sábado, noviembre 10, 2018

Tratamos de cambiar, pero seguimos en lo mismo... 1ra parte


Aunque uno se resista a decirlo, desgraciadamente Santiago es Chile y acá tenemos al alcance gran cantidad de Seminarios, Jornadas, Encuentros, Charlas, Conversatorios… que en las otras regiones es muy difícil que se den. Es así, que de vuelta a la capital, desde agosto, he podido asistir a una buena cantidad de eventos, renovándome en mi quehacer pedagógico y filosófico. A raíz de esta experiencia es que he podido constatar algunos aspectos que me parecen muy relevantes:

1. Me llama mucho la atención la gran cantidad de “Doctores” jóvenes en las más distintas especialidades, e incluso, muchos de ellos con ya una buena trayectoria internacional. A nivel de educación, no deja de ser interesante que muchos estudiantes de pedagogía se han inclinado por seguir estudios de post grado, avalando con ello, que la salida de las carreras de pedagogía no tan solo es para ir a hacer clases a Escuelas, Liceos o Colegios, sino también para continuar en la línea de la investigación. En Finlandia, agregan una tercera salida, y que tiene relación con la administración escolar. Es también relevante, la gran cantidad de nóveles profesores, que están trabajando desde pre escolar a enseñanza media, que también están cursando postítulos o postgrados. Hace muchos años atrás visitando colegios en el País Vasco, me llamaba la atención que muchos de los profesores incluso tenían doctorados, y era para realizar mejor su trabajo con los estudiantes a nivel escolar. Acá en Chile, aún se da que un cierto número que realiza estos postgrados, es para salir de la sala de clases y para tener un mejor sueldo. Lo relevante, es el gran anhelo de profesores jóvenes por capacitarse cada día más, lo cual conlleva una gran responsabilidad para las instituciones escolares y universitarias, como también a nivel de todos los aparatos estatales.


2. Una segunda constatación que he realizado, no deja de ser preocupante: en primer lugar, la gran mayoría de los eventos son netamente expositivos y muy poco dialogantes, a excepción de algunos conversatorios. Grandes o pequeños salones, con muy buenos cafés y agregados, que siguen la forma tradicional de presentación frontal.
Y lo más genial, es que en todos ellos se habla de la necesidad de un “cambio radical en los aspectos pedagógicos en la sala de clases, buscando un aprendizaje más activo”.
Los expositores que venían desde el ámbito científico y uno del ámbito de la educación (español), se lucieron en el rol de presentadores: ágiles; realizando cortes para que el público dialogue y realicen (3 o 4) algún comentario; incorporando el humor junto con la profundidad; metiéndose entre las personas obligando por lo menos a mover la cabeza o el cuerpo; incorporando pequeños videos que obligaban a cuestionar alguna idea; manejando la emoción en conjunto con lo intelectual, etcétera.
Mientras que los expositores que venían del mundo de la pedagogía: planos; abstractos; con muy poca variedad de tonos; “amarrados al pódium”; mucho power point saturado de imágenes; invitando a “vivir con intensidad este evento” y con un tono que más parecía una invitación a dormir; algunos pocos, de repente incorporaban la interpelación o algún aspecto crítico, con lo cual la audiencia se ponía alerta y se continuaba con un desarrollo lógico aristotélico; y así suma y sigue.
¡Por Dios! Si eso se replica en nuestras aulas de pedagogía, la posibilidad de un cambio radical en el mundo de las escuelas tardará muchos siglos más. Hablamos de las competencias del s. XXI, pero parece que habrá que esperarlas para los siglos venideros.
Las metodologías expositivas tienen pasos concretos a seguir, por lo que hay que prepararlas muy bien, ya que no es llegar y plantarse a soltar un discurso muy bien estructurado intelectualmente y, más encima, con baja conexión con los asistentes. Hablamos de la importancia de la emoción, pero no la trabajamos en la acción.

1 Comentarios:

A la/s 11/13/2018 5:25 p.m., Anonymous mave@uclv.cu dijo...

Colega.
Sus reflexiones dan cuenta de una realidad que no podemos ocultar ni mucho menos dejar de enfrentar.
Denunciarla contribuye a que todos nos percatemos de la necesidad del cambio y transitemos, paulatinamente, hacia la asunción de posiciones pedagógicas a tono con las ideas que promulgamos.

 

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