viernes, diciembre 08, 2006

Del Patrocinio de San José

Cada final de año nuestros colegios, están llenos de actividades y tareas y por eso, hace casi un mes que ni siquiera había visto mi Blog.

Bueno es detenerse y volver sobre lo que ha sido esta historia en la pedagogía.

Alejandro Valdés, apoderado hoy en mi colegio (Santa Cruz de Chicureo) y exalumno mio en el Patrocinio de San José, me reclamaba hace algún tiempo que no había nada de esa etapa. Bueno, aquí va algo.

Eran mis primeros pasos en el ambiente escolar y me llamaron para asumir las clases de Filosofía, y también hacerme cargo de la Jefatura de un Primero Medio (3ero Eso). Son los tiempos en que uno se cree que es lo máximo del mundo y que está en nuestras manos el cambiarlo todo. Como ven, sigo con las mismas creencias, pero un poco más moderadas.

Alejandro me recordaba, de esas clases de Filosofía en que ejuiciábamos lo que viniese: a Sócrates, Platón, Aristóteles, e incluso tenía muy vívidas las clases en que seguimos un asesinato que narraban los periódicos. Nosotros constituimos un jurado con todos los integrantes, mientras también seguíamos lo que los distintos periódicos hablaban respecto al tema.

Era ética vivida y confrontando la información de los medios de comunicación. La disparidad de información entregada ya fuese por uno u otro medio, las interpretaciones que se hacían, incluso detectábamos que a veces parecía que inventaban datos.

Fue en esta época, cuando Benítez (Inspector General) me comunicó una gran noticia: El Padre Rector había decidido cederme una sala espeacial para mis clases de Filosofía. ¡Guau! Era el único profesor con sala especial. Mi ego se infló al infinito. Ahí hacíamos nuestras clases con todo ardor y ganas. El día del juicio a Sócrates, llegamos disfrazados a la época y cada uno con una sábana encima, incluido yo.

Con el tiempo entendí la sabiduría del P. Vío, de Eduardo Benítez, de Ramón Pincheira: en ese lugar de tanto silencio mis clases perturbaban un tanto el ambiente, por lo que lo mejor era tenerme alejado del resto. Y yo que me creí tan importante... Pero lo más relevante, fue que creyeron en mí y mis locuras por hacer clases un tanto distintas a lo habitual. Me dieron un espacio y eso lo valoro hasta el día de hoy.

Ya me ha tocado, en más de alguna oportunidad, hacerle clases a los hijos de mis alumnos. Incluso hoy tengo exalumnos de mis exalumnos, y aunque suene a que estoy cada vez más entrado en años, no deja de ser agradable el recordar una y otra vez estas locuras que ambas generaciones han vivido en la lucha por una educación diferente, más activa, más cercana a sus realidades y que los proyecte a pensar por sí mismos.

Gracias a todos los alumnos del Patrocinio, con los cuales vislumbramos una nueva forma de hacer pedagogía.