miércoles, agosto 30, 2006

Partió Antonio Bertolone

Hay días que uno quisiera que pasaran lo más rápido posible, porque se van juntando problemas, noticias, eventos, que te zamarrean fuertemente.

Ya había partido el lunes con algunas tormentas, cuando me llegó la noticia vía email: Antonio Bertolone (Ex profesor de Historia del Liceo Murialdo) había partido el día anterior y sus funerales eran ese día.

Con la tormenta encima, había que tomar fuerte el timón y no pude asistir a su funeral. Ya en la noche, escribía vía email a los amigos del Murialdo, una reflexión sobre Antonio.

Y esa reflexión, me ha motivado a comenzar a escribir sobre mis anécdotas pedagógicas, porque han sido muchos los encuentros con personas o situaciones notables, que no están ni quizás estarán en los textos de historia, más si existirán grabados en el corazón de muchas personas.

Mientras transito del Blog a la página web (www.aportespedagogicos.cl, próximamente en el aire), creo que le daré el sentido propio a este Blog: el de comentar sobre experiencias relevantes y en mi caso, en la pegajodía o pedagogía, como también le llaman.

Partamos por Antonio, ya que será un transcurrir anecdótico saltándose años en un ir y venir de lo vivido.

Como decía en el email, a Antonio Bertolone lo conocí al llegar al Murialdo. Veníamos con José y Miguel a transformar y crear un nuevo estilo en el colegio. Los ímpetus no nos faltaban, ya que había mucho por hacer. Nos recibió un escrito rayado en el piso de la entrada del colegio, que decía "Cárcel Murialdina". Parecía que la tarea no sería fácil.

Antonio nos recibió con su sonrisa socarrona e irónica. Conocía a Miguel Tapia, ya que había sido Profesor de él. En su mirada, había respeto por este Psicólogo joven e inteligente, pero a la vez un tono paternal de "hijo, tranquilo, las cosas hay que hacerlas lentas".

Muchas veces conversábamos con Miguel, cómo hacer para cambiar las clases totalmente expostivas de Antonio. Mas poco a poco, lo comenzamos no sólo a entender sino a admirar. Llegaba todos los días muy temprano, incluso cerca de la 7:00 hrs. y lo único que había que tenerle, en forma sagrada, era una o dos cajas de tizas de colores. Eran pizarras negras y con 45 o 47 alumnos. En esa hora, se encargaba de dibujar magistralmente en el pizarrón una situación histórica y desde allí partía sus clases.

Un día entré a su sala y me senté atrás, en un asiento de un alumno que había faltado. Fue un descubrimiento: no se preocupó para nada de que yo estuviese allí; hablaba con pasión; manejaba los silencios y el tono de voz en forma genial; bajaba y subía la voz de acuerdo a lo que estaba comentando; y cuando el tema parecía desgastarse, introducía un chisme sabroso de ese momento histórico. Los alumnos lo seguían (igual que yo) con gran interés y cautivados por sus palabras.

Entré a muchas clases más y poco a poco nos fuimos olvidando de cambiarlo. Aprendimos con Miguel, que un Profesor expositivo, si era bueno, podía también hacer maravillas. No dependía tanto del método como de la calidad del maestro. A su manera, también era activo, pues depertaba y hacía vibrar la imaginación de quien lo escuchara. Uno se imaginaba y recreaba mentalmente lo que él comentaba.

Muchas veces los trabajos grupales son "puro grupo". Para mis amigos vascos, en un juego de palabras, esto viene a ser como "pura palabrería", algo que se hace por hacer, pero sin fuerza ni sentido.

Hace poco que partió también este amigo entrañable, Miguel Tapia, y lo comentaba en el email: Antonio debe estar contándole en el cielo los últimos chismes y Miguel debe estar riéndose a carcajada limpia. Por mi parte, me fijaré qué oreja me arde, para saber si están hablando bien o no tanto de mi.

De verdad creo que Antonio debe estar en el cielo. Jesús y María son mucho más misericordiosos y conocen más en profundidad el corazón de cada uno. Miran más el bien hecho, que todas nuestras pequeñeces. Y por todo lo aprendido, gracias Antonio.

Rafael Mascayano, continuará...